TROPIKKA The Lifestyle Magazine
La guerra por la independencia continuó en Cuba y una serie de incidentes llevaron a Estados Unidos al borde de la intervención. Los disturbios en La Habana en diciembre 1897 llevaron al envío del acorazado Maine al puerto de esa ciudad como medida de precaución para la seguridad de los ciudadanos y las propiedades estadounidenses. El 9 de febrero de 1898, el New York Journal publicó una carta privada del ministro español en Washington, Enrique Dupuy de Lôme, en la que describía a McKinley como “débil y cazador de popularidad” y planteaba dudas sobre la buena fe de España en su programa de reformas. De Lôme dimitió inmediatamente y el gobierno español presentó una disculpa. La sensación causada por este incidente se eclipsó dramáticamente seis días después. En la noche del 15 de febrero, una poderosa explosión hundió al Maine en su fondeadero de La Habana y murieron más de 260 miembros de su tripulación. La responsabilidad del desastre nunca se determinó. Una junta naval estadounidense encontró pruebas convincentes de que una explosión inicial fuera del casco (probablemente de una mina o un torpedo) había hecho estallar el polvorín delantero del acorazado. El gobierno español ofreció someter la cuestión de su responsabilidad a arbitraje, pero el público estadounidense, impulsado por el New York Journal y otros periódicos sensacionalistas en las garras del periodismo amarillista, consideró a España incuestionablemente responsable. “¡Recuerden el Maine, al diablo con España!”
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